Hace un tiempo,
tuve la oportunidad de trabajar muchos años en uno de los colegios más bonitos
que tenemos en España las religiosas de Jesús-María. Un colegio pionero en escuela
“integradora” donde los niños con unas “necesidades educativas especiales”
desarrollan todas las competencias en la misma clase con otros que tienen “otro
tipo de necesidades”. Porque ¿hay algún niño o adulto que no las tenga?.
Este centro se
llama “Colegio Cristo de la Yedra (#JMCristodelaYedra)” y está en Granada. En él todos
los niños, profesores, familia y personal educan su sensibilidad desde los
inicios, por ósmosis, porque se vive, tal cual y sin más. Dar una clase allí es
un reto y un regalo. Requiere preparación, claro, pero sobre todo, requiere tener
la osadía de creer que las verdaderas competencias están en el interior. Sólo hay
que ser “maestro” para ayudar a que salgan.
Ayer, aquí, en
Puerto Príncipe, soñé con un centro así. Tuve la oportunidad de visitar un “oasis”
que creía inexistente en esta tierra. Conocí a Magda en diciembre, porque era muy
amiga de Isa, y con ella su trabajo incansable, recorriendo caminos desde el
nordeste del país hasta la capital, con esa convicción, que en ella no se
desgasta, de que los más pequeños, esos niños con unas capacidades “distintas”,
son “personas”, geniales personajes que ponen una nota “desigual” en un mundo que
trata de homogenizar lo imposible. Se dedica a quedar con las familias,
hablarles, comunicarles la riqueza de tener ese hijo y de tratarlo como un
tesoro y no como el último. Su trabajo es físicamente agotador pero oírla hablar
da alas y oxigena en lo “aparentemente imposible”.
A ella la apoyan
otros, y esto es lo que viví ayer. Es un centro que empezó de la nada, de “recoger”
a los que nadie quiso, y fundar un orfanato. Empezaron a darles clases de
manera voluntaria y hoy es una escuela preciosa, solo para ellos, con fisioterapeutas
y todo tipo de equipos para rehabilitación y ayuda neurológica y psicológica. Lleva
25 años funcionando y a partir del terremoto ha abierto sus puertas también
para los adultos. Es pionero en Haití. Me
hablaron de la necesidad de maestros de educación especial que en este país no
hay; de formar a sus educadores en esto; de capacitar oficialmente para ello. Y
me acorde de perdonas que conozco con esas cualidades; y les hablé, de esa
escuela integradora en la que tuve la oportunidad de vivir esos años. En un
colegio donde cupiesen “todos”…
Aquí ya es un
reto lo primero… esto una osadía. Pero empezamos a soñar con ello, con esa
posibilidad, con ese por dónde empezar a buscar, con ese ¿qué estará diciendo
Dios ahora con esto?.
No sé, pero sigo pensando que nada es casualidad. Sigo
pensando que soñar no es gratis, sino una osadía. Quizá vienen tiempos donde dejarse
llevar por el viento del Espíritu es, como siempre, retador. ¿Alguien se
apunta?