miércoles, 23 de enero de 2019

Simplemente... Crear




Haití tiene esto. Un arte escondido que crece sigiloso como los ríos que lo atraviesan y alimentan y en los que se lavan pueblos enteros. Ríos que en tiempo de lluvias arrasan con todo y bloquean los frágiles pasos hechos de piedras. Tranquilo y pasional, así es el arte de este pueblo.
Me habían hecho un encargo para uno de los talleres de promoción de la mujer que tenemos en Jean Rabel. Comprar unas cestas hechas de hojas de palmera por una persona que reside al lado del mar y que allí permanece a la espera de los que llegan, como yo, ávidos de contemplar otras cosas.

Sentado en una silla se enea, tan vieja como la bolsa que tenía al lado, acompañante de sus viajes para entregar los encargos, y que después me regaló, parecía como si el tiempo se hubiera parado en sus dedos. Sus manos iban al compás de su ritmo caribeño. Arrugadas y duras, callosas y trabajadas, como sus cestas, paneras, cestillos y estuches ordenados a su espalda. La hoja de palmera tomaba forma a medida que pasaban los minutos y a su lado se iba deshilando hasta que adquiría la forma que él tenía en su mente.

Es el arte silencioso de este país, creativo y natural, colorido y ancestral. Una cultura que no necesita de otras historias. Es el regalo que descubres cuando atraviesas contemplando lo que fue y lo que reivindica, de manera silenciosa, ser.


Ya estamos todos

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