lunes, 25 de diciembre de 2017

Nuevo de lo Viejo





Nunca me han gustado los belenes decorados con luce citas de colores, y menos, cuando éstas son intermitentes y emiten el consabido sonido enlatado de música de Navidad. Y si a esto se añade un árbol con cintas rojas y doradas… sin palabras. La verdad es que en asuntos de decoración soy bastante tradicional a excepción de alguna tela o color llamativo para dar un todo disonante y apreciar la sorpresa. 
Sin embargo este año, rezar todas estas mañanas de diciembre delante de un nacimiento con esta decoración, me produce, primero, un sentimiento de simpatía y a medida que me voy a adentrando llega a mí un segundo sentimiento, más profundo, más hondo, de respeto y cariño sobre lo que allí-aquí- se está “gestando".

Aterricé en Haití, Puerto Príncipe, no hace un mes todavía. En una casa repleta de emociones encontradas y con esa imagen -Presencia en la Ausencia- de Isa presidiendo casi todo… era el día 29 de noviembre y solo hacía dos había salido de España.
Se adentraba diciembre, sin embargo el estar en manga corta y con la sensación de calor y humedad todo el día, no me daba cuenta de lo que este pueblo, como el resto del mundo cristiano, quería celebrar de nuevo. Andaba “distraída”, como ha narrado continuamente estos días el profeta Isaías, porque quizá el cambio ha sido suficientemente desbordante… y mi “yo” chiquitito, no dejaba entrar al Otro que llamaba a esta posada. Y todo esto, ¡¡y más cosas!!, pasaron hasta que se puso este Belén en la Capilla. 

Un belén sorpresivo porque se instaló precisamente por las que acabábamos de llegar… Ante la petición de un nacimiento, por si había en la casa, aunque reconozco que yo estaba “en otra cosa todavía”, alguien compró uno haitiano. Tallado en madera… especialmente para nosotras. Fue especial ver, mirar, contemplar, con qué cariño estuvieron decorando el árbol, pero más todavía la preparación de este pesebre, sencillo y luminoso a la vez; reciclado y nuevo; simpático y hondo… Fue como si Él “hubiera plantado su tienda” de la misma manera a cómo es esta ciudad y su gente: plena y caótica, luminosa en vida y gente y grisácea en pobreza, mirando la Promesa del resurgir y expatriándose en busca de “algo mejor”…
Desde ese momento para mi, este nacimiento, es el nacimiento de la Esperanza, del resurgir, del que Viene siguiendo a esa Voz que clama en los desiertos de tantas vidas que por aquí transcurren a diario en busca de algo para comer. Y enciendo sus luces cuando me adentro en este espacio sagrado de esta casa. Un Adviento y una Navidad diferente cada día que pasa. En Haití nace Dios   

Ya estamos todos

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