La vida sigue.
Hemos pasado días de mucha violencia e incertidumbre. De falta de comida y agua, de poder salir a la calle, de armas y tiros sin razón. Y ahora…
La vida sigue.
Se levantan cada mañana, con la radio pegada a los pantalones, a la moto o al coche. Hay más anuncios de manifestaciones, todas las semanas, pero las mujeres salen a buscar la comida para venderla en la calle y asegurarse, ese día, el sustento. Porque..
La vida sigue.
Cae el primer ministro, el segundo en ochos escasos meses, y desean, los altos poderes del Parlamento que suba su correligionario, para seguir tapando las vergüenzas de unos pocos, si es que, por casualidad, las hubiera. Y la gente corre a sus casas, hay embotellamientos, intuyen nuevas demostraciones de “poder”, pero, pasadas unas horas…
La vida sigue.
No hay electricidad en días, consumimos gasoil y gasolina que comienza a escasear, por el uso de generadores en las casas, o si no tiramos de velas. El que más puede, ahora, instala paneles solares. Pero la realidad es que lo que pudiera ser normal en un país con sol todo el año, la noche nos vuelve a recolocar en la incertidumbre del mañana. Y aun así…
La vida sigue.
Si me quedaba, antes de venir aquí, alguna pregunta sobre la resiliencia, ya ni me acuerdo. En Haití tiene nombre y apellidos. Rostro, pies, manos. Es el continuo movimiento de la gente de a pie: seguir. Adelante. Sin quejas. Sin ruido.