jueves, 18 de octubre de 2018

Llorar sin mas historias



El dia 8 de octubre, lunes, me levanté pensando que tenía que comenzar a organizar las dos maletas que tenia previsto llevarme de vuelta a Haiti el miércoles de esa misma semana.
Sin embargo y a pesar de que creía que me venia un poco justo el tiempo, no pude evitar querer asistir a la Eucaristía en la Catedral de la Almudena que, para la clausura de nuestro Bicentenario, se había organizado desde las comunidades y colegios de Madrid. Así sin más historias, cogí el metro camino de ese contexto precioso, como es todo lo que rodea a la zona de "Opera" en la Capital.
Iba muy tranquila, o eso creía yo. Pero, como siempre, la realidad superó la ficción y en el primer sonido del coro, capitaneado por la genial Carmen Oñate Lizuain, que consiguió con sus movimientos alternos dirigir no solo a los que tenía enfrente sino a los más de tres mil que allí estábamos, una bocanada de emoción irreprimible surgió como de la nada, y así me pase llorando tooodaaaaa la Eucaristía. Las de mi alrededor me miraban con pena y sin saber qué hacer las pobres... Y yo solo quería seguir presenciando ese milagro de aunar tres colegios, con todo lo que significa, en un momento importante para nosotras y para nuestro Carisma.
Lloré por muchas cosas.

Lloré porque mi mente voló prematuramente a dónde me iría dos días después, Puerto Príncipe, y me llevó a ser consciente de manera brutal de la necesidad imperiosa de que los niños y jóvenes de esta ciudad, de este país, puedan gozar de una educación libre e inclusiva como la que yo he recibido en Jesús-María.
Lloré porque emociona ver la cantidad de niños, jóvenes y adultos que se juntaron en un mismo espacio para dar gracias por el Carisma recibido de esa mujer excepcional, Claudina Thévenet, que sacó fuerzas de la atrocidad recibida y su Perdón ha llegado hasta hoy. "Perdón" que nuestro querido Haití también necesita pronunciar ante lo que vive.
Lloré porque tuve la oportunidad de ver a mucha gente con la que he trabajado, vivido y compartido momentos entrañables en Madrid, y sé que desde su contexto velan porque se extiendan, hasta este otro lado del charco, los medios necesarios para sacar adelante proyectos y necesidades. Sé que cuando abrazan lo hacen sabiendo dónde estas y empatizan rápidamente con esa realidad.
Y al final, escuchar el himno con tantas voces diferentes... Lloré, como veis, por muchas cosas...
El miércoles por la mañana puse rumbo de nuevo a este "norte" que marcó mi brújula hace más de un año. Y me llevé conmigo esta emoción, nada contenida y compartida, que deseo se traduzca en un colegio Jesús-María, en Puerto Príncipe. Quizá entiendo un poco más a Isa Solá que puso en esto su empeño hasta el final.
Os seguiré contando...




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