Acabamos de regresar de Jean Rabel. Un fin de semana increíble por la
gente, por el sitio, por lo que hemos disfrutado. Para mi tiene un sabor especial
y desde que llegué a Haití estaba deseando “pisarlo”.
He tenido la suerte de poder “vislumbrarlo” a través de otros en estos
últimos años. Tantas personas a las que quiero, que han ido allí en estos últimos
años y me han ido contando sus experiencias. Con todas ellas, sin querer y de
manera inconsciente, me he ido formando una fotografía hasta que he podido “pintarla”
con mi propia experiencia, ahora, la mía.
Es curioso cómo vamos haciendo “sagrado” las cosas, los sitios y las personas
por la capacidad que tienen de transformar visiones de la vida, y en algunos
casos, la vida misma.
En esa casa, con Nazaret, Rose y ahora Belén, se han vivido y se están
viviendo momentos vitales que hacen salir de uno mismo porque alguien necesita
una mirada de ternura que le haga sonreír ante la dureza de su vida cotidiana.
Es una “casa” con las puertas abiertas siempre. Donde entra el aire fresco
de la mañana y en la noche entre conversaciones y oración, todo adquiere un
sabor conocido.
Todo tiene aquí algo de especial. En la capilla se reza ante el Cristo del “Cachorro”
teniendo como fondo una ventana abierta que da a una gran palmera plantada en
plena calle. La vista del conjunto es espectacular. Abajo el taller de
promoción de la mujer con mil cosas que se inventan. Y a la salida del pueblo
empieza la ruta por los colegios que Rose se encarga de gestionar, para los que
menos tienen, para los de “fuera”. Ahora con Belén y los voluntarios inventan
sesiones de cuentos, catequesis, traducción al kreyol y… lo que quieren y les
da el día.
Hemos ido a la playa siguiendo la ruta del rio. Andando y cruzando éste mil
veces y cuando hacía falta. La gente se estaba bañando o lavando la ropa. Todo
un conjunto que aquí se vive con naturalidad, pero que en sí mismo es, cuanto
menos, inverosímil en una mente “occidental”.
En fin… Hoy no me sale mucho. Quizá por eso de que quiero “guardar” en el corazón, esta vez, lo que “he visto y oído”. Gracias a todos los que me habéis adelantado “esta Tierra Sagrada”.
Gracias por compartir tu experiencia
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