sábado, 10 de febrero de 2018

Rara


Es el nombre que en Haití se le da al “desfile de carnaval” y es vivido con intensidad desde días antes del miércoles de ceniza. Esta mañana nos lo explicaban con todo detalle y seguramente podremos verlo porque en todos los pueblos y ciudades se celebra. Son miles de kilómetros, a veces, los que separan unos “mundos” de otros, pero está claro que la “persona” y su manera de decir lo que vive y denuncia, es la misma.
No es un desfile más. Nos contaban que los bailes son provocadores y la expresión en el vestir y pintarse la cara y el cuerpo, a veces, es dura. Grandes trompetas avanzan en hilera y les van siguiendo personas con rostros enmascarados o/y con parte de su cuerpo descubierta. La música no para, pero es un ritmo diferente que, dicen, a veces da miedo.
Es el baile con el que definen sabiamente la lucha contra la esclavitud. El azote de los látigos se oye en la calle y la danza de los que aparentemente los reciben, se vuelve locura.
Si tienes la mala suerte de coincidir volviendo con el coche, no te queda otra que parar y esperar el tiempo que ellos consideren oportuno…
Es el momento de dejar que las heridas salgan a la luz. Las heridas históricas que el hombre y mujer de esta tierra portan en sí de sus antepasados. Unas heridas que provocaron la lucha por la libertad y por mostrar su dignidad. Alguien me dijo una vez que “la dignidad no se recupera, porque nadie puede quitártela. Es intrínseca al ser humano… Todo lo más nos la pueden esconder” y es verdad. Pero que difícil cuando eso que se vivió hace tantos años, todavía provoca rechazo por el dolor.
La máscara, la música y el baile que desconcierta, son instrumentos que se pueden utilizar para enmascarar aquello que nos hiere y sentirnos “fuertes” para sacarlo, denunciarlo y expresarlo. Qué difícil hacerlo mirando a los ojos y con actitud serena. Me pregunto, en este carnaval de la vida, qué verán en los “nuestros”, tanta gente de la misma raza, que no se siente acogida. Los que cruzan las fronteras, hoy, mezclando su color con la noche, y llevando en sí la mirada del valiente que se ha atrevido a decirse a sí mismo que no es esclavo de nadie ni de nada. Admiro su libertad y me espanta sentir su miedo…
Nuestro carnaval es otro. Nuestras máscaras no sé si esconden heridas tan profundas, pero a lo mejor es el momento de plantear si deseo liberarme de lo que me “esclaviza” mirándome en el espejo de este otro. Momento, ahora, de preguntar en serio si lo que sale de dentro es también la expresión de mi rostro o éste prefiero taparlo para seguir viviendo en un carnaval permanente. Porque vivir en verdad no es fácil.
No sé si me atreveré a ver el desfile. A lo mejor con brillantina me animo más, por eso de que el sol gire sus cabezas hacia otro lado y no se encuentren con mi verdad tan chiquitita…
Feliz desfile!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya estamos todos

Referentes Vs influencers

 Hoy me decía una persona que necesitamos "referentes". Y lo hacía en medio de un diálogo sobre lo que significa la educación y la...