sábado, 27 de enero de 2018

Quebrando lo cotidiano

Ayer volvíamos de un pequeño viaje a uno de los grandes-pueblos de alrededor. Esas medias ciudades que se convierten en refugio de salida para aquellas que carecen de casi todo. Después de comprar algunas cosas, comimos e iniciamos el retorno. No habían pasado ni quince minutos cuando vimos a lo lejos un grupo arremolinado de gente. Era otro de los muchos accidentes que hay por la zona. Una moto, medio habitual de transporte-taxi, se había caído y un chico estaba en el suelo. No se movía, pero respiraba. Huelga decir cómo es el camino que recorren/mos habitualmente: un camino lleno de piedras y rocas, baches, río que cruzar. Lo que normalmente hacemos en 15 minutos en nuestros países, aquí tardamos hora y cuarto en un cuatro x cuatro. Las motos lo tienen más crudo, especialmente cuando se suben tres personas en ellas, cosa bastante habitual.
Tidden, nuestro conductor, no dudó ni un momento en parar y entre cuatro subieron a ese chico al coche, a la parte trasera, pues los asientos no se pueden reclinar de lo viejos que están. Al lado su amigo y, mientras, los baches que se sentían como agujas en aquel trayecto a velocidad brutal.
Podría perfectamente haber justificado el no subirlo: no cabía bien, era peligroso moverlo, quedaba mucho trayecto, y difícil, al hospital. Podía haber dicho que avisaría a alguien… Pero no lo hizo. Y es precisamente en esto es en lo que me quiero fijar.
No sé si conocéis la parábola del Buen samaritano que nos presenta Lucas en su evangelio [Lc. 10]. Jesús comienza a hablar de algo que era “cotidiano” en la Galilea de aquellos tiempos. Dureza de vida, violencia en los caminos y falta de humanidad para resolver los problemas sobrevenidos. Pero Él, de pronto, cambia de tono y hace surgir lo inesperado en una figura llena de sensibilidad. Enfoca al corazón de un hombre, el que conocemos como “Buen samaritano”, que “por lástima”, se detiene, se acerca y se lleva a alguien herido en la cuneta. Y por eso la historia es noticia, porque da un giro quebrando lo que se ha convertido en usual y no por ello menos duro, y lo da volcando ternura y compartiendo lo que tiene y es.
“Leer la letra pequeña”, que dice González Buelta, sj., en este precioso “cuento” es leerla en la vida misma, y hacer lo que hizo Tidden ayer. Darle la vuelta, por medio de la ternura y las decisiones coherentes, a la dureza de lo que ya de por sí, tiene la vida. Quebrarla y sentirse libre para volcar y derrochar ternura convirtiendo el drama en encuentro sanador. Tremenda lección de sensibilidad atenta.
Esto es lo que cambia la historia, de entonces y de ahora, por la sencilla razón de que cambia a cada uno de los que contemplamos estos gestos. Seguramente lo que hizo el samaritano tocó el corazón del posadero en aquel tiempo y de los que allí estaban. Ayer, sin duda, tocó el corazón del amigo, del enfermo y el mío.Ahora sé porque creo que es de las más bellas historias contadas. A medida que pasan los años voy encontrándole nuevos significados que nunca se agotan. Cuando creo que tengo todas las “interpretaciones” posibles, un nuevo hecho o acontecimiento hace su aparición. Os invito a releerla desde “la letra pequeña” y desde lo cotidiano de nuestras vidas y “sentir” el efecto provocado…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya estamos todos

Referentes Vs influencers

 Hoy me decía una persona que necesitamos "referentes". Y lo hacía en medio de un diálogo sobre lo que significa la educación y la...