sábado, 29 de junio de 2019

Simplemente... Corazón



Fueron cuatro goteros en total. Dos personas. Dos situaciones aparentemente diferentes. Al fin y al cabo, ambas necesitaban el suero.
Para la primera el cuidarla salía de manera espontánea. Y el dejarse cuidar ella, también. Inspiraba ternura verla tan vulnerable. Acostada en la cama y dejándose hacer, confiando plenamente en las personas que estábamos allí. Tomaba las medicinas y había cierto orden en su sueño, solo alterado por esos retortijones con la que la maldita bacteria recordaba su presencia de vez en cuando. 

Había violencia en la calle y era difícil conseguir las medicinas en una ciudad levantada en contra de la miseria y corrupción constante. Puerto Príncipe no estaba para paseos, y gracias a Dios pudo venir un médico amigo a casa… Fue cuestión de horas su sanación.
Dos semanas más tardes le tocó a ella. Madre de dos hijos y viviendo en unas condiciones lamentables. Su soledad era/es palpable. Ahora sí se podía salir, pero ella no podía dar un paso para acercarse al hospital. Por eso la montamos en un coche y entre dos la bajamos. Y le pusieron el suero, ante su mirada perdida. No sabía qué le estaban haciendo y le costaba dejar hacer. En mí, su vulnerabilidad representaba la cruz y la ternura que brotaba tenía otro sabor. El del desamparo, el sida, la pobreza más frágil. La figura del samaritano se contraponía esta vez a la del amigo. Qué diferente sentimiento ante uno y otro. Cuánta impotencia cuando no hay un Estado que cuide de los suyos y todo queda a merced del corazón del caminante. Ojalá estemos vigilantes para amar sin reservas y actuar sin distancias. Sea quien sea el que está postrado en la cama

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