miércoles, 7 de noviembre de 2018

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Este fin de semana he tenido la suerte de asistir al primer congreso de la red ecuménica sobre Biblia, en uno de los departamentos del sur del país.
Fui invitada por la asociación "Sin Puentes", en la que doy (de pura chiripa) clases de español a un grupo de haitianos. Es una asociación que tiene por objetivo, restablecer (si alguna vez la hubo) la relación entre R. Dominicana y Haití, relación absolutamente excluyente por los primeros que han cerrado para los habitantes de este país, su frontera.
Yo no sabía, hasta este fin de semana, la gran implicación que además tiene su fundador, en esta red, que comenzó hace ya 25 años.

El primer día (reconozco que fui para conocer a otra gente, otro lugar... sin saber muy dónde me metía... aventura) acabé gratamente sorprendida de lo que allí viví. El objetivo de ese encuentro no era otro que aplicar, efectivamente, lo que este Libro propone a todos los pueblos, en la sociedad haitiana concreta. Vivir críticamente lo que ven, lo que oyen, lo que aquí, en Haití, se respira... y "hacer" lo que el "espíritu inspire a las Iglesias". Qué difícil para una mentalidad como la nuestra que todo lo justifica y se acomoda a lo que hay.
Invitaron como ponente a Jesús Alfonso Flores, de Colombia (al que se hacia traducción "simultánea"... Lo pongo entre comillas, porque lejos de utilizar cualquier aparato tecnológico para ello, otra colombiana que domina el kreyol, le iba traduciendo sobre la marcha. Nosotros, seguramente, haríamos un problema de ello...), y él se encargó de desmontar muchas falacias hasta hoy consideradas intocables.

La actualidad que allí se respiraba; las preguntas ¡¡muchas!!!, que se hicieron; los católicos, los protestantes y los vuduistas (sí, vuduistas también) celebrando juntos lo que se vivía y estaba preparado; los cuestionamientos que suscitó en mucha gente joven (otra sorpresa) que allí estaba, fue una verdadera lección para mi.

Fue una experiencia donde religión, cultura, tradición y novedad iban tan de la mano, que se hacía difícil no pensar en que eso es la verdadera esencia del ser humano. Finalidad que la Biblia ha tratado durante siglos de transmitir, lejos de fanatismos y otras manipulaciones que se han hecho sobre su base. ¡¡Qué gran identidad tiene este pueblo!!.
En Haití hay pobreza y miseria. Mucha. Pero hay inteligencia y pocas ganas de superficialidad. La fuerza que imprime el creer de verdad en lo bueno que anida en el fondo cada uno, y la necesidad de hacerlo tangible, es imparable.


Solo podía al final dar las gracias por permitirme, otra vez, adentrarme en esta Tierra, hoy más que nunca, Sagrada.



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