Ya apareció. Me extrañaba a mi que todo fuera tan bonito. Ahí está, aquí lo
tenemos, el malísimo de la película. Ese personaje que aparece en todo tipo de
situaciones y, que cuando emerge, a una le gustaría que tuviera una gripe bien
gorda para dejarlo en la cama unos cuantos días por baja sideral…
Pero, queridos, hemos de reconocer que la historia no sería la misma sin
él. Carecería de arranque y de pasión y, por supuesto de “veracidad”. Qué haríamos
con una narración sin este personaje… ¡¡Nada!!.
Por eso está aquí, justo en este día de la semana litúrgica donde quizá,
todo se tiñe de cierto color agridulce de regalos y vacíos. Sí también esto último,
no lo olvidemos.
Herodes pone la pica en Flandes. Es el Pilato de la Navidad. Cuando oímos su nombre refunfuñamos y sacamos lo peor de nosotros, maldiciendo a este condenado que, según la historia evangélica, quiere llevarse por delante al recién nacido. Sale de su “despacho imperial” para “olisquear” dónde estará aquel que le arrebatará su parcela de poder, que le quitará autoridad y que impedirá que siga avanzando en sus empresas y dominios. Y emite órdenes verdaderamente dolientes.
Hasta aquí llego en mis pensamientos… y me quedo estupendamente. Me voy a la cama. Mañana vienen los Reyes.
Pero, ¡ay amigos!, no puedo dormir. Cuando me paro a pensar un poco, me voy
dando cuenta que también hay estelas herodianas en la sangre que yo llevo. No es
un personaje casual en este cuento navideño. Es la verdad de cada uno, donde
conviven luz y sombra, choza y castillo, poder y servicio. O ¿es que no tenemos
parcelas de “poder” ahí donde estamos o vivimos? Y ¿no hemos temido perderlas
alguna vez, cuando las hemos visto “amenazadas” por algo o alguien, aunque solo
fuera interpretación nuestra? Pensemos un poco. El que más y el que menos tiene…
alguna… ¿cómo hemos actuado entonces? Ummm….
Herodes no es más que la sombra que toda luz proyecta, y es bueno saber que
está. Somos luz, o por lo menos estamos llamados a serlo. Pero hay que reconocer
que cuando nos dejamos llevar por lo que no somos, por lo que no nos oxigena,
por lo que nos resta libertad e impide decir y hacer lo que en realidad
sentimos y vemos, nos herodiamos y
enredamos en la película. Y actuamos sacando de nosotros, a veces
rebuscadamente, lo peor.
Pensemos en “Herodes” como todo aquello o aquel/a que, sin saberlo, provoca
en los Magos cierta intuición borrosa, que les hace volver por otro camino. Cuando
intuimos “borrosidades”, “ruidos interiores”… ¿Por qué no vamos “por otro
camino”?
Por eso me parece tan genial esto de que aparezca aquí. Es mi otro yo. Espero
que cada vez más chiquitito.
Ah! Y menos mal que pasaron de Él. ¡Uf! Felices Reyes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario