domingo, 10 de junio de 2018

Aqui tienes tu Visa. Bienvenida

Un pequeño carnet, al que llamamos pasaporte, es lo que nos diferencia a unos de otros en determinados momentos. Así de sencillo y de simple. 

He tenido la suerte de viajar en poco tiempo a Santo Domingo y Panamá. Dos países cercanos a Haití, y con unas diferencias abismales solo a la vista. ¿Cómo puede ser estando prácticamente juntos y perteneciendo a un mismo continente y Trópico? 
Solo leer un poco de su historia, y ya encuentras muchas respuestas. Y aquí todos, quien más y quien menos, tenemos cierta responsabilidad, aunque sea solo para conocerla. 
Las fronteras según quien seas y cómo las pases, se visualizan de diferente manera. 
Para mí, Haití es frontera, en todos los sentidos. Cuanto más lo veo, más lo pienso. Y cuanto más vivo más lo siento. 
Un país en el que se podría vivir sin contaminación, rodeado de monte, de mar y de océano, con una riqueza en biodiversidad increíble por la zona en la que está. Un sitio donde solo con la fruta que se recoge, cuando no la que cae por su peso al suelo sin que nadie ya la quiera, podrían vivir miles de familias. Y, sin embargo, cuesta imaginar que esto existe cuando entras por esas vallas de acero, desde Santo domingo, y lo primero que ves es el monte “literalmente comido” sin medida y orden. Y, como contraste, el hermoso mar al otro lado… 
Es frontera porque mientras que en el país de al lado hay lugares, en plena ciudad, donde pasear y contemplar belleza en los edificios, limpieza en las calles y cierto orden en la circulación, en Haití solo paseas cuando sales de Puerto Príncipe buscando lugares más serenos en los pueblos de alrededor. Es la Capital y, sin embargo, cuesta transitarla. 
Es frontera porque si quisiera vivir solo de la pesca, ésta no tendría competencia… Rodeada de mar y Océano languidece de políticos que velen por el bien común y hagan de este puerto un verdadero hervidero de vida. 
Y, aunque esto sea cierto, sueño, viendo estos otros países, con que éste llegará algún día, a mostrar su calidad y fuerza que, ahora, está “escondida”. Sueño, de verdad, sobre todo cuando tornan los que en su día vinieron y cuentan con alegría los cambios que ven y perciben, que los haitianos levantarán poco a poco su tierra, porque ya lo están haciendo.
Sueño con una frontera abierta, no de tierra y polvo, donde los comerciantes no se vendan contigo y todo el mundo pueda ir y venir dentro de esta inmensa isla, sin poner trabas al color y al idioma… 
Leer la historia e imaginar sus vidas me ha hecho mirar más adentro y tocar su resilencia como espiral de salida. 
Aquí tienes tu Visa. bienvenida. 

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